ABRIAQUÍ

ABRIAQUÍ

Los Catíos ocupaban el territorio comprendido entre los ríos Cauca y Atrato, la Serranía de Abibe y la Costa Atlántica. Estos originarios eran muy hábiles cazadores y pescadores.

Según registros fiables, la región que ocupaba en 1941 el floreciente municipio de Abriaquí, dotado por la naturaleza de una feracidad imponderable, estuvo habitada en tiempos de la conquista por los belicosos indígenas de la nación de los Catíos. Las costumbres de estas tribus, las más importantes del territorio de lo que hoy conforma el departamento de Antioquia, fueron descritas brillantemente por Fray Pedro Simón, uno de los grandes historiadores de la Conquista.

Cuenta Fray Pedro que los Catíos eran “gente membruda y bien dispuesta, de gran verdad en sus contratos. En sus guerras utilizaban lanzas, dardos, bastones y flechas, pero todo limpio de veneno. Usaban cabellos largos, si no es cuando van a la guerra, momentos en el cual se los cortan. Las mujeres los traen más largos, pues a las que más, les llegan hasta los pies. Adornan bien sus rostros con varias joyas de oro, y también en orejas, pecho y narices".

Por 1537 el licenciado Juan de Badillo partiría de San Sebastián de Urabá rumbo al sur, al mando de 300 soldados, más de 100 esclavos negros y muchos indios. Después de penalidades sin cuento, pocos llegaron a su meta. Pero les cupo en suerte recorrer por primera vez la región en que hoy está situado el Municipio de Abriaquí.

Años más tarde, el cacique catío Toné encabezaría la insurrección indígena contra los invasores españoles. Así las cosas, el Gobernador de la Provincia de PopayánÁlvaro de Mendoza a la sazón, eligió al capitán Gaspar de Rodas para aplastar el alzamiento de Toné y los demás caciques de la región. Bien armados, luego de distintos incidentes que demoraron su partida, 94 españoles al mando de Gaspar enrumbaron hacia las tierras controladas por el cacique.

Poco después los recibiría el jefe catío Yutengo con estas arrogantes palabras: “Yo, capitán español, soy Yutengo, no menos rico de bienes que valor, que vengo a certificarte nuestra determinación, que es de negarte la paz, y darte a fuego y sangre cruel guerra si al punto no sacas el pie de esta tierra". Y terminó pidiéndoles orgullosamente que entraran "con una mano puesta en la cabeza y otra en las armas".

Sin lugar a dudas, fueron algunos hombres de Rodas quienes exploraron por segunda vez el territorio de Abriaquí, embrujados por el señuelo del oro y las aventuras.

Lentamente fue transcurriendo el lento proceso de la pacificación. Los indios iban siendo ya exterminados, ya ahuyentados hacia lo profundo de las selvas, u obligados a trabajar bajo la férula de los encomenderos.

Y llegamos así a la Colonia. Paso a paso, sin acontecimientos de importancia, se fueron desgranando los días de aquella época. Se sucedieron generaciones enteras en el remanso de un vivir simple y honrado: madrugar mucho antes de salir el sol, y durante el día dirigirse a las faenas del campo.

Tal vez de estas prácticas del hogar nació esa tradición que atribuye a la famosa doña María Centeno las palabras que originaron el nombre de ABRIAQUÍ. Se dice que doña María pasó por esos lugares y que ordenaba “abrir aquí... Una fosa para ocultar el oro que iban dejando tirado las bestias que se iban muriendo...

En 1795 un señor Andrés López fue comisionado por el entonces gobernador de la Provincia para que, acompañado de algunos políticos, recorriera las montañas que forman las vertiente del río Herradura, y amojonaron y evaluaron esas tierras. La región, en ese entonces, fue avaluada en cincuenta castellanos de oro.

En 1827, pasada la Independencia cuyas noticias debieron llegar a estas lejanas latitudes como un apagado rumor de héroes, los vecinos de Abriaquí solicitaron a las autoridades eclesiásticas la erección de una capilla. El ilustrísimo Jiménez obispo de la Antioquia de aquel entonces, concedió lo dicho, pero la autoridad civil revocó la autorización. Sólo años después, en 1931, los curas accedieron a la erección de la capilla.

Sólo el 29 de abril de 1912 Abriaquí recobró su calidad de distrito, según ordenanza No. 17 del mismo año. Se discutió muy profundamente cuál debería ser el nombre del municipio. Unos decían que Mallarino, otros que Santa Cruz, pero finalmente se impuso por mayoría el nombre de Abriaquí.

Hoy día, 2006, Abriaquí continúa siendo ese municipio pequeño, acogedor, que en su área rural tiene ríos ricos propicios para la pesca; posee zona arqueológica y en una parte de su jurisdicción se posa el hermoso Parque Nacional Natural Las Orquídeas, que comparte con Urrao y Frontino, y que sirve de hábitat de especies de flora y fauna silvestre.